Fue su primera y única estancia en la isla, pero su recuerdo se prolongó más allá de la década de 1950… Aquel miércoles, día de Correíllo en Puerto del Rosario, Maximiliano Batista Pérez fue recibido y cumplimentado por la Guardia Civil de guarnición en la plaza. Apenas puso los pies sobre el adoquinado del muellito, se le condujo junto a otros miembros de su séquito hasta el Centro Penitenciario de Tefía. Por el camino, el mismo chofer de la camioneta le fue ilustrando con las obras que se estaban haciendo: una cantera de piedra de cal, recrecimiento de la presa de Los Molinos, tareas en las que –dijo uno de los números de la benemérita, mirando a los viajeros- estaba seguro de que también colaborarían. Batista se rascó la barba cuando le llegó el aire caliente de aquella llanura en la que, a lo lejos, ya se adivinaba un pequeño torreón donde ondeaba una bandera y a cuyos pies –pensó- estaría el comité de recepción. Foto policial publicada en la prensa de la época....
El Muelle Chico, algo más que recuerdos de Puerto de Cabras. En la memoria de quienes frisamos los setenta, el muelle chico evoca recuerdos que se remontan a la década de 1950. Para muchos fue el punto de encuentro, el mentidero, el pesquero de caña o de aire, y la playita de los baños veraniegos; un lugar recoleto y atractivo donde la esencia de la ciudad se embriagaba con la maresía, entre las proas de los barquillos, tan cercanas de la mar como de las cuestas de las calles León y Castillo y Teófilo Martínez de Escobar, hacia allí se los arrastraba cuando el Sueste se presentaba implacable con nuestro frente marítimo. Pero el Muelle Chico fue mucho más. Fue el Muelle Municipal de Puerto de Cabras, la infraestructura portuaria que solo un ayuntamiento como el del Puerto fue capaz de construir a sus expensas. Eso por sí solo le hacía acreedor de la capitalidad que se perfilaba. En las piedras y cantería de sus perfiles y escalinatas, en el adoquinado o en el micro espaldón que ha...