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Diego Miller, 1777-1854. Apunte biográfico

Don Diego Miller 1777-1854: Notas para su  biografía.

La bibliografía es abundante en referencias a este personaje de la Historia Local. Unos dicen que comerciaba con barrilla y lo emparentan con los Miller de Las Palmas de Gran Canaria; otros lo ubican en la pléyade de pequeño-burgueses que se asentaron en los inicios de Puerto de Cabras, colaborando activamente en su fundación, diseño urbanístico y dotación de servicios como los de asistencia espiritual. Yo me inclino más por pensar que el famoso Don Diego, como el James del sur de la Isla o el  Kelt* de Tetir, fue un náufrago que tuvo suerte.  Me explico.
A finales del siglo XVIII, posiblemente en 1796 o 1797, se produjo un combate naval entre dos barcos, uno francés y otro ingles, al norte de la isla de Fuerteventura. Los británicos llevaron la peor parte, encallando su navío en un punto que la documentación denomina como El Matorral (supongo algún paraje entre Corralejo y Tostón, quizás la Caleta del Barco), a donde llegaron algunos de los supervivientes.
Digo esto porque leyendo expedientes de la Audiencia de Canarias y de los Registros de Hipotecas de Fuerteventura nos encontramos una declaración que hicieron los hermanos Méndez, de El Roque, en La Oliva, ante la capitanía de puerto en Puerto de Cabras, para responder de cierto litigio por la apropiación de los restos del naufragio de una fragata británica nominada “Mars”, cuyos enseres depositaron en su domicilio.


No sería descabellado poner en relación los elementos hasta ahora mencionados: Diego Miller, posiblemente oficial de aquella fragata de guerra negoció con los Méndez la venta de los restos de su barco, entre los que no faltarían armas, sogas, maderas, toneles... y quizás algún otro cargamento no confesado y de verdadero valor. Posible conocedor de la lengua castellana no le resultó difícil trabar amistad con la familia y su entorno y, por su condición militar, precisamente, también con el coronel de la Isla, que residía en La Oliva (autoridades militares cuyos ascendientes, cincuenta años atrás, en 1740, habían protagonizado las batallas de Cuchillete y Llano Florido contra los corsarios ingleses* que se adentraron hasta Tuineje).

Además de la autoridad militar de la isla, en La Oliva residía también una de las escribanías de Fuerteventura, que estaba en manos de Don Miguel Méndez, que también actuaba como contador de hipotecas (precedente del Registro de la Propiedad).

Coincidiendo en tiempo y espacio los apellidos de Méndez y de Miller, no es de extrañar que también lo llevara una mujer a la que Diego cortejó y con la que se casó en la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, de la Oliva, en 1806. Efectivamente doña Antonia Méndez, posiblemente fuera hermana o parienta de los que recogieron los restos de la fragata Mars naufragada y acogieron en su seno al oficial inglés superviviente.

Aquel inglés pasó a vivir a Puerto de Cabras, donde el Coronel Agustín Cabrera Bethencourt fomentaba el embarcadero que ya usaban terratenientes de Tetir, Time o La Matilla para dar salida a sus cosechas de grano y barrilla. Al militar de La Oliva, le convenía un personaje con conocimientos mercantiles y relaciones en el exterior, así como una experiencia naval suficiente para colocar sus productos en Tenerife, Gran Bretaña o América. De cualquier forma Miller amplió considerablemente su patrimonio inmueble hasta colocarse entre los mayores contribuyentes, aunque desconocemos si los beneficios del mercado barrillero le aportaron ingresos suficientes como para agenciarse tales terrenos y si actuó como intermediario para alguna casa comercial de las islas o del extranjero en los momentos de auge de la cochinilla.

Cuando llegó a Puerto de Cabras, el lugar aún pertenecía a la parroquia y municipio de Tetir. Por eso allí, en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán bautizó a sus hijos, uno de los cuales, Emilia, casó con Isidro Camejo Falcón, quien se encargó de dilapidar la propiedad de Miller, uno vez muerto el viejo. Luego lo veremos.

En lo político este oficial inglés, que modestamente se inscribió como labrador en el primer padrón de Puerto de Cabras, en 1835, colaboró activamente en las obras de la iglesia de la localidad y en cuantos asuntos municipales le encomendaron.

Surgen pues varios interrogantes  sobre el personaje que intentaremos desarrollar a lo largo de estas pinceladas de los inicios de Puerto de Cabras: ¿Cómo era el personaje, a qué se dedicaba, que formación tenía? ¿Cómo y con qué fines se introdujo en la familia majorera? ¿Cómo logró trabar relaciones con la autoridad militar, que llegó incluso a apadrinarle en alguno de los sacramentos que recibió Miller o sus hijos? ¿Cuál fue la actividad económica a la que, de verdad, se dedicó? ¿Qué actuaciones sociales hizo en Puerto de Cabras? La chispa sobre el origen aventurero, entre militar y comerciante, de procedencia incierta y falseada por la única descripción que del mismo tenemos, nos hace ratificarnos en lo expuesto, dejando el hilván de esta historia para ulteriores datos que nos pueda aportar la documentación disponible en los archivos civiles y, sobre todo, militares.

Según se desprende de su ficha de empadronamiento en Puerto de Cabras, don Diego nació en 1777 y llegó a la localidad con 23 años de edad, hacia 1800.

Sin embargo, al consultar la partida de su defunción, el 8 de diciembre de 1854, anotada en el libro III, folio 4, de la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Tetir, leemos cómo el cura Antonio Manuel García anotó que “recibió el Santo Sacramento del Santo Óleo por haberse privado de los sentidos desde el momento en que le atacó el mal que padecía por edad 76 años...” Que situaría su nacimiento en 1778, pero como no sabemos cuál fue el mes de su nacimiento, convendremos en que se produjo en 1777 o 1778.

De su vida personal, cabe reseñar su matrimonio con doña Antonia Méndez, consagrado en el Parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, de La Oliva, el 7 de marzo de 1806, del que hubo –que sepamos- un hijo, Juan Zenón , nacido el 27 de mayo de 1812 y del que no volvemos a tener noticia. Sin embargo su heredera fue Emilia Miller Rodríguez, hija natural que tuvo con su criada, Bernarda, que casó con Isidro Camejo Falcón, de Tuineje, con el que tuvo varios hijos, desapareciendo la línea directa del apellido Miller de nuestra historia genealógica local.

Después de su muerte las propiedades de Diego pasaron a su hija Emilia, que casó, como dijimos con Don Isidro Camejo, un personaje que se supo situar en puestos de la administración municipal, aunque moroso de vocación, fue uniendo las deudas al fisco local con su afán por la buena vida, y el resultado fue su pronta muerte o desaparición ya que, como veremos, su mujer llegó a pedir expediente de separación por larga ausencia ante el Juzgado de Paz de Puerto de Cabras. En el camino fue dilapidando las propiedades de su suegro, al que representó inicialmente como apoderado y administrador.

Ya viuda (su marido, perseguido por la justicia militar huyó a Uruguay, donde murió), doña Emilia confirió a don Secundino Alonso Alonso poder absoluto sobre todos los bienes que aún quedaban de su padre. De ella sabemos que pasó sus últimos días en la ciudad de Telde (Gran Canaria).

Las dimensiones territoriales de la finca del inglés y sus anexos ocupaban algo más de un tercio de lo que hoy es la ciudad de Puerto del Rosario, extendiéndose desde el sur del barranco de Los Pozos hasta las inmediaciones del Barranco Pilón  de Puerto de Cabras.

¿Pero cuáles fueron las propiedades de don Diego Miller?

Parte de las fuentes que hemos intentado consultar para averiguar el patrimonio inmueble de nuestro personaje, se encuentran en el Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, Registro de Hipotecas de la Isla, correspondiente a la primera mitad del siglo XIX. Y también en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas hemos acudido a dicho registro, que se conserva desde su implantación a mediados del siglo XVIII y los de mediados del XIX, poco antes de dar paso al actual Registro de la Propiedad.

Otra fuente indirecta a la que hemos acudido es a los expedientes de apremio seguidos por la recaudación Municipal de Puerto de Cabras, hasta 1890, aproximadamente, aunque somos conscientes de su cortedad y lagunas, pues solo abarca, lógicamente los morosos y todos aquellos contribuyentes a los que se abrió este tipo de expediente.

Los protocolos notariales, en cambio, dejan ver una parte de las compraventas realizadas por don Diego Miller, su hija o su yerno, Isidro Camejo. Allí encontramos algunas de las ventas realizadas por doña Emilia al Ayuntamiento, para la construcción del Cementerio y el poder general que otorgó ante notario a favor de don Secundino Alonso.

La condición de mayor contribuyente con que Diego aparece en los padrones de 1837 y 1854, nos hace pensar que ya entonces contaba con importante cantidad de terrenos en Puerto de Cabras. No debemos olvidar que ya en 1812 aparecía firmando la solicitud de erección de la primera capilla del Puerto junto a los terratenientes de Casillas del Ángel y Tetir que ya tenían casa abierta aquí.

Podemos ubicar certeramente las siguientes fincas:

Rosa de Miller, al Suroeste de la población, junto al barranco de Los Pozos, más tarde conocida como Rosa de los Pozos; nos referimos a la casa que se construyó donde hoy está un mercado de muebles, en calle Secundino Alonso, cuya planta de la casa, en forma de “L”, se guarecía de los vientos frecuentes cerrando con una celosía acristalada (aún nos parece contemplarla, con su buganvilla color añil en el patio). La finca aledaña se extendía desde el barranco citado hasta la hoya del inglés (en la que luego se construyeron algunos hornos), una hondonada del terreno que se encontraba al Sur del actual Centro Bibliotecario Insular, en la confluencia de dos barranquillos, uno de los cuales nacía en La Rosa de don Bernabé Felipe con el nombre de Barranquillo del Aceite y discurría por delante del cementerio hasta desembocar en la Playa del Ingles. Topónimos que citados en la documentación consultada, aluden directamente a nuestro personaje.

Varios trozos de esta finca fueron vendidos por el propio Diego, entre otros, a don José Fabelo, conservando él el grueso de la roza.

En el actual centro cívico (manzana al naciente de la Plaza de la Iglesia), a don Diego perteneció, entre otros, el solar y casas que había donde luego se construyó la Delegación Insular del Gobierno, hoy Dirección Insular de la Administración del Estado y el la propia Casa Consistorial.

Sería aburrido enumerarles el resto de los bienes de Miller, por lo que les perdonamos, emplazándoles a ulteriores trabajos sobre el tema.

La sangre, que no el apellido, de don Diego Miller Seroston, hijo de Benjamín y de Margarita, nacido en la ciudad de Londres* en 1777 ó 1778, continuó en el matrimonio Camejo-Miller, al casarse su hija natural, Emilia Miller Rodríguez (1825) con Isidro Camejo Falcón (1826), de Tuineje, y prosiguió en sus nietos León (1847), María del Rosario (1850), Diego (1852), María Concepción (1853), Juan (1855) y Benjamín (1857). Su nieto, Juan Camejo Miller, ejercería como recaudador ejecutivo del Ayuntamiento de La Oliva.

Sus bienes patrimoniales pasaron a los miembros de la tercera generación de pequeñoburgueses del Puerto y, de forma genérica,  pudieron recaer en Secundino Alonso quien además concentraba parte del suelo de los Ocampo, heredados por vía materna.

[Y ahora sé valiente y cita este artículo reconociendo autoría; Francisco J. Cerdeña Armas acudió a las fuentes primarias su elaboración]

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