De cuando Betancuria perdió la capitalidad en favor de La Antigua
En el Boletín Oficial de Canarias, de 27 de diciembre de 1834, se publica la nueva división de partidos de las islas para que la administración civil se sujetase a ella desde el primero de enero del año siguiente. Y, para el caso de Fuerteventura, precisa que se crea el Partido de la Antigua con jurisdicción en todos los pueblos de la isla.
Sin embargo, desde junio de aquel año, el notario público don Ambrosio Pereira dejaba fe marginal en sus cuadernos de protocolos, donde decía que “el 16 de junio de este año, a las siete de la tarde, se recibió la orden de suspensión de capital a la Villa (Betancuria) y declaratoria de cabeza de partido a La Antigua”.
A partir de aquella fecha todos los instrumentos públicos que pasaban por su protocolo se databan en el pueblo de “La Antigua de Fuerteventura, cabeza del partido judicial de la isla”; lo mismo ocurría con las anotaciones realizadas en los cuadernos de oficio del Registro de Hipotecas de la isla, del que también era responsable aquel escribano.
Pero ¿Qué ocurrió desde entonces hasta la publicación de la nueva división administrativa en el Boletín Oficial de Canarias?
Hay quien, aludiendo a la concentración de poder en determinadas localidades, afirma que, en Fuerteventura, por aquello de ser la residencia del poder militar en La Oliva, éste pueblo llegó a ostentar la capitalidad. Algo que, como se puede intuir, es meramente circunstancial; así se vería a lo largo del siglo XIX en que surgieron otros órganos de la administración civil.
Desde octubre de 1834, por ejemplo, se aprobaba la creación de un ayuntamiento en Puerto de Cabras, el embarcadero de Tetir, en la costa oriental de Fuerteventura. Así lo recogió la prensa y el boletín oficial de la época.
Cuatro meses después, se constituía la primera corporación el 1 de febrero de 1835. Puerto de Cabras tenía su jurisdicción marítima, su junta de sanidad marítima, la residencia del subdelegado del gobierno de la provincia en la isla, y pronto empezaron a llegar los demás funcionarios responsables de la administración civil que se encargarían de poner en funcionamiento los órganos periféricos de la administración del Estado; además aquí se establecieron algunos responsables de los consulados abiertos en las islas de Canaria y Tenerife, como el británico.
Por tanto podemos decir que, en Fuerteventura, Puerto de Cabras asumió, de facto, la capitalidad de la administración civil. Porque, de derecho, tal capitalidad, como cabecera de partido judicial, se perdió pasando a depender Fuerteventura de la Villa de Teguise y Arrecife en la vecina isla de Lanzarote.
La misma organización de las milicias atrajo hacia Puerto de Cabras algunos elementos que se asentaron en su solar; procedían de Cádiz los marinos como Francisco Sánchez; de La Palma los suboficiales de infantería y artillería, como los Rodríguez Taño; y con ellos otros procedentes, fundamentalmente de las islas de Tenerife y Gran Canaria.
Betancuria, capital histórica, sede de beneficios parroquiales y del ayuntamiento insular o antiguo cabildo, desde el siglo XVI, comenzó a desvanecerse en las primeras décadas del siglo XIX. Los pueblos de la isla comenzaron a reivindicar su papel en el contexto insular.
Las leyes auspiciadas por la Revolución Liberal, hicieron desaparecer los señoríos y los representantes de éstos en la isla, no supieron o no quisieron hacer frente a las cargas impositivas que “igualaban” a todos los propietarios. Aquellas mismas normas propiciaron la posibilidad de venta del 40 % de los bienes espiritualizados en forma de capellanías, fundaciones pías y otras figuras similares; el propio convento de San Buenaventura se cerró… En definitiva, se favorece la entrada de una gran cantidad de tierras en el mercado pero, lejos de lograrse su distribución, provocó la concentración en una nueva clase que veía en ello la forma de alcanzar las cuotas impuestas por el sufragio censitario para el acceso a la política en los nuevos entes locales.
El caldo de cultivo de las administraciones civiles de la isla había comenzado a gestarse desde las últimas décadas del XVIII, con la redistribución de jurisdicciones parroquiales a la luz de la razón y de la ilustración. Y, en el XIX, lo que fueron parroquias pasaron a constituirse en municipios con su ayuntamiento propio; el cabildo antiguo desapareció y Betancuria pasó a ser uno más entre los entes locales de la isla.
El propio palacio de los señores de Fuerteventura en Betancuria, pasó a manos de recaudadores y castellanos de la Torre de Caleta de Fustes, como Miguel Blas Vázquez. A comienzos de la década de 1830 sólo era un solar al poniente de la iglesia parroquial de la Villa, en cuyos paramentos de ese lado aún vemos los accesos privilegiados al coro alto de aquel templo.
Mercado de tierras, accesos a las corporaciones locales, nuevos ayuntamientos y repartos de viejas dehesas en medio de pleitos interminables por hacerse con bienes de capellanías y fundaciones pías, iluminan los acontecimientos del siglo XIX en nuestra isla, en cuyas primeras décadas se produjo la mayor diáspora migratoria de nuestros antepasados. Se fueron, sí, hacia otras partes del imperio, hacia las Américas de S.M., pero no siempre siguieron los destinos del flujo de otras islas: los majoreros, como los conejeros, aunque se sumaron a aquellos rumbos, el suyo fue preferentemente a Uruguay, Brasil y Argentina.