La electricidad y el alumbrado público en Puerto de Cabras-Puerto del Rosario hasta la década de 1970: Los orígenes
Cuentan que cuando el buque de la armada “Juan Sebastián Elcano” llegó por primera vez a Puerto del Rosario era verano, cuando los días grandes y soleados iluminaron la llegada del velero.
Dicen que fondeó en la bahía de Puerto de Cabras a mediados de 1929 y que fue en aquella ocasión cuando, también por primera vez, nuestra ciudad conoció la luz eléctrica; que las verbenas de agasajo fueron iluminadas por los generadores del propio buque; que los cables se tendieron desde sus amuras hasta la playa del muelle chico, y se elevaron con un poste que les permitió enlazarlos a las ventanas de la Sociedad El Porvenir, el casino, donde conectaron las primeras lámparas.
Pero lo cierto es que la institución, al parecer, ya disponía de su propio generador eléctrico, seguramente prestado por el Sindicato de Irrigación de Canarias que, por aquellas fechas, hacía prospecciones para captar aguas subterráneas en Fuerteventura.
La municipalidad ya trabajaba en este suministro desde algunos años antes. Los motores ya habían llegado desde hacía casi diez años, y les parecía que resultaban más efectivos que las lámparas de carburo y petróleo.
Así es que nos movemos en la “prehistoria” de la electrificación de nuestra ciudad, la capital de Fuerteventura.
La foto es de la década de 1960, pero nos vale para indicar dónde estaba el Casino de la época en Puerto de Cabras. |
Indagamos un poco y sabemos que el primer industrial de la planta eléctrica de nuestra ciudad fue Ramón Peñate Castañeyra, muchos lo recordarán (su nombre está en uno de los rótulos de nuestra ciudad); era hijo de Juan Peñate Quevedo y de Josefa Liberia Rosario Castañeyra Carballo, promotores de uno de los primeros ensanches de Puerto del Rosario hacia el sur, hacia la Playa y Caleta de Los Pozos.
El edificio lo construyó el propio Ramón Peñate en la etapa de la II República, iniciándose en los años 1930-32; fue la primera fábrica de producción de electricidad y de ella partieron las primeras líneas de suministro para el alumbrado público.
Al año siguiente el ayuntamiento aprobó y publicó en el Boletín Oficial de la Provincia el proyecto, memoria y pliego de condiciones para implantar el servicio de alumbrado con electricidad. Y, como podrán imaginar, el único licitador y, en última instancia, adjudicatario fue Ramón Peñate Castañeyra.
El adjudicatario del servicio recibiría 2.000 pesetas líquidas anuales y, por aquellas fechas, para garantizar el funcionamiento del motor de la planta, también se otorgó la licencia para instalar un depósito de gasolina lo suficientemente alejado, en la casa número 49 de la calle Fernández Castañeyra, al comerciante Luciano Vega Ramírez. Ambos expedientes, dadas las características de dichas industrias, estuvieron sujetas a la publicidad de la otorgación de licencias.
Y el bueno de Ramón Peñate construyó su fábrica delante de la casa y tienda de sus padres; mientras tanto el ayuntamiento gestionaba las tarifas de alumbrado público ante la Jefatura de Industria de la provincia.
Una comisión mixta ayuntamiento-vecinos, estudió los puntos en que se habían de colocar las farolas, por calles y plazas de la capital majorera. Las prisas aconsejaron que el fabricante de electricidad certificase la idoneidad de los puntos de suministro y garantizase que estuviesen en perfecto estado para el servicio.
A finales de 1932 el ayuntamiento ya había pagado las primeras facturas al fabricante de electricidad.
La situación de suministro se mantuvo así hasta el “apagón” de 1936 en que la cosa estuvo bastante restringida: todo combustible se ahorró ante las expectativas de los avances de la guerra civil.
Tres años después había que restablecer el servicio. La contienda se había zanjado como por aquí se deseaba y las fiestas triunfales debían celebrarse en la Plaza España que se ultimaba y donde se celebrarían los fastos de abril a agosto.
Pero ¿cómo se afrontaría el gasto por el ayuntamiento?, se preguntaron los munícipes.
Pues la Comisión Municipal de Hacienda barajó la posibilidad de hacer un reparto vecinal entre los de la capital pues los beneficios del alumbrado sólo alcanzaron al casco de la población; y aprobaron una derrama de 166,66 pesetas y de 33,34 para reparación de bombillas y mantenimiento.
Porque, acabada la guerra, ya se sabe: la reconstrucción tuvo que hacerse en medio de una contienda mundial, entre el racionamiento y la fortificación de las islas. Y aunque aquí no hubo escenarios bélicos, sí hubo un prepararse por si acaso; fruto de ello fue la militarización de Fuerteventura bajo el gobierno del Mando Económico de Canarias (1941-1945).
Lo curioso es que, en medio del racionamiento en los combustibles, a Ramón Peñate se le duplicó el pago del servicio de alumbrado público en otras 2.000 pesetas anuales. Y así tiró el servicio en sus manos otros diez años más.
Así es que nos trasladamos a la década de 1950 para seguir por los papeles del Archivo Municipal las vicisitudes del servicio eléctrico de Puerto del Rosario, alumbrado público y domiciliario.
De esta manera fue como vemos que, en agosto de 1953, se inició una curiosa sesión corporativa que, rompiendo la unidad de acto, se empezó el día 13 y se terminó el 17, para acordar la adquisición de un motor para solucionar el alumbrado público; en dicha reunión se escucharon tres ofertas, las dos primeras hechas por el señor Ramón Peñate Castañeyra. En la primera contemplaba el uso de una dinamo, cuadro, tendido, contadores y el local con la exclusión de la habitación de despacho de gofio (allí mismo se molturaba el cereal aprovechando aquellos motores) y el solar que se independizaría del resto del edificio con una pared divisoria por 100 pesetas al mes; en la segunda Peñate decía que, además de lo manifestado en la primera oferta, aportaría los molinos y tostadora con arriendo de 1.500 pesetas mensuales.
En aquella sesión propuso Antonio Castañeyra la compra en lugar del arriendo, y así lo acordaron, proponiendo a Peñate para la explotación del servicio eléctrico.
Interrumpida la sesión hasta el día 19 de agosto, se retomó para abordar los términos de la compra de maquinaria y local pactados con Ramón Peñate: 300.000 pesetas de valor. Pero si pasaba un año sin que el ayuntamiento pagase, debería abonar 1.500 pesetas mensuales. Tal fue el acuerdo que volvía a nombrar a Peñate como industrial para el suministro eléctrico; se formalizó el contrato en tales términos y se suscribió un expediente de préstamo con el Banco de Crédito Local.
En ese mismo año se nombró al técnico Napoleón Martínez Soto para que, junto con el teniente de alcalde Wenceslao Berriel, acudiese a Las Palmas de Gran Canaria para comprar el “motor de la luz” que había de instalarse en el edificio contratado con Peñate.
De las gestiones de aquellos dos señores, se dio cuenta en la sesión de septiembre de 1953, donde Napoleón Martínez expuso las características de la compra: un motor RUSTON 66 HP, disponible en la casa comercial BLANDY BROTHERS & CO, S.A., por precio de 231.027,60 pesetas, con una entrada de 175.000 pesetas, para lo que proponía usar letras de cambio de 90 días renovables.
El acuerdo de aquel mes de septiembre se orientó hacia la municipalización del servicio de la luz, comprando a Peñate toda la instalación por las 300.000 pesetas mencionadas, en las condiciones que quedaron expresadas en la sesión corporativa de los días 13 al 19 de agosto; se compraría el motor RUSTON de 66 HP. Y el Ayuntamiento, empoderado, encargó a Napoleón Martínez Soto el desmonte e instalación y puesta en marcha de la nueva fábrica de la luz que asumió el ayuntamiento desde 7 de septiembre de 1953.
La alcaldía de Puerto de Cabras nombró su representante en Las Palmas de Gran Canaria a Vicente Martínez Martínez para gestionar algunos dineros ante la Obra Social de Falange y para que entregase la entrada de la compra a la empresa suministradora.
Pero como las perras no eran muchas, deciden poner a la venta el motor viejo comprado a Peñate para subvenir con su importe el pago de la letra de 56.027,60 pesetas a BLANDY BROTHERS, y según fuese la marcha de esta venta, suscribir un crédito con la Caja de Ahorros, representada en Puerto de Cabras por los señores Medina, pues para entonces no estaría ultimada la gestión con el Banco de Crédito Local.
Así es que el teniente de alcalde Wenceslao Berriel se desplazó a Gran Canaria para vigilar el embalado del motor y su embarque hacia Puerto de Cabras.
En la formalización de la compra de la finca donde Peñate tenía su fábrica de luz, se recoge lo siguiente: Casa en calle Fernández Castañeyra número 3, que linda por la derecha con los herederos de Tomás Felipe; izquierda con el callejón sin nombre (se olvidaban del rótulo que en 1926 recordaba al mecánico del hidroavión Plus Ultra, Pablo Rada, y hoy es calle Juanito el Cojo); fondo o espalda con casas y solares de Juan Bautista Herrera Rugama (lugar conocido como la ciudadela). Mide 312 metros cuadrados, de los que 150 están edificados y el resto, amurallado. Lo adquirió por compra a Manuel Medina Berriel -termina la descripción-. En el inmueble descrito radica una industria de producción eléctrica y otra de molinería de maquila.
Peñate concedió al ayuntamiento el aplazamiento del pago por plazo de once años, que terminaría en 1964, con el pago de un 4% sobre las 300.000 estipuladas.
Se inició así el primer proceso de municipalización del servicio de alumbrado público, asesorado por el letrado José Enrique Ruiz Sánchez. Pero duró poco o nada.
En octubre de 1953, a través del procurador Lorenzo Castañeyra Schamann, se pidió al Gobierno Civil autorización para ceder a José Lavandera (Maestro Lico) el motor RUSTON 66 HP. Para llegar a un acuerdo con dicho mecánico, la comisión estuvo integrada por el alcalde Alfonso Felipe, por Wenceslao Berriel, por Esteban Domínguez y por Matías González García.
Informe acreditando el desguace de las instalaciones, después de la gestión de Juan Berriel Jordán |
No debieron llegar a un consenso sobre la peticiones de unos y la oferta del otro, pues Lavandera renunció a hacerse cargo del suministro de electricidad y alumbrado público.
Y, en enero de 1954, Juan Berriel Jordán solicitó hacerse cargo de aquel servicio, subiendo el precio del suministro por su extensión al muelle comercial. Por unanimidad acordaron ceder la central y el famoso motor RUSTON 66 HP a cambio de 100 puntos de luz de 40 vatios de forma gratuita y durante 17 años, con los siguientes horarios de encendidos: del 1 de abril al 30 de septiembre, 5 horas; desde el 1 de octubre al 31 de marzo, 6 horas de luz; en ambos casos desde la puesta del sol.
Esto dicen los papeles, pero muchos recordamos que, algo más tarde, cuando la planta era atendida por operarios de la plantilla municipal, la luz nos abandonaba a la media noche, y que solo se veía la linterna del sereno José Ruiz Medina, moviéndose por la calles oscuras del Puerto.
El proceso de municipalización no fue el único y, como vemos, se hizo para cederlo a otros industriales; ya hemos visto tres: Peñate, Lavandera y Berriel. Andando el tiempo, avanzada la década de 1960, el ayuntamiento sí que tuvo a su cargo la producción de luz, contando en su plantilla con el personal técnico adscrito a la planta. Pero tampoco el ayuntamiento retuvo la fábrica de la luz mucho tiempo, pronto se adjudicaría a UNELCO y, a partir de ahí, en manos de consorcios empresariales, la gestión y producción de energía eléctrica se alejó de las características de pueblo que tuvo en sus inicios. Pero eso es otro tema…