Algunos dirán que corren tiempos de nostalgia y de batallitas reivindicativas de viejos topónimos y de memoria histórica; que lo hacen entre denuncias de "volcanes de cemento" que van tapando las orillas de nuestra isla como acontece en el entorno de Puerto de Cabras con los mares de espejos que se enredan con torretas y cableados que discurren por toda la isla, en medio de viales de locura.
Y digo bien: "Puerto de Cabras", porque tal es el nombre que hemos dado a nuestro blog pues desde nuestro punto de vista, pesan más los siglos en que así se conoció nuestro puerto natural, que los años que hace que cambió por el nombre de Puerto del Rosario; y lo consideramos un topónimo muy digno para denominar la capital de Fuerteventura. En los tiempos que corren a nadie puede extrañar que usemos el venerable nombre que valoramos como un símbolo de la identidad que se nos va.
La reivindicación de un topónimo que, de reinstaurarse supondría la modificación del nomenclátor de pueblos y ciudades de Canarias, no es tan descabellada por el significado histórico e identitario. La propia Ley 11/2019, de Patrimonio Cultural de nuestra Comunidad deja claro que la toponimia forma parte del patrimonio histórico y cultural de la misma.
Dejando atrás los intentos de cambio de denominación acontecidos a principios del siglo XX (Puerto Luis o Puerto Victoria son algunas de las ocurrencias al respecto), lo que aconteció en la década de 1950 fue otra cosa. Corrían los tiempos del Nacionalcatolicismo, en pleno Franquismo, cuando la mayoría de la población estaba muy lejos de participar y de conocer los aconteceres y decisiones de organismos como el Ayuntamiento de nuestro Puerto.
Ahí está el expediente que obra en el archivo municipal, instruido por la secretaría del ayuntamiento, asesorada desde La Laguna de Tenerife por el recién Jubilado Félix Padilla Martínez, para corroborar que la gente se enteró del cambio con los hechos consumados. No vamos a ahondar en ello: les remitimos a los estudios de Juan Manuel Perdomo Nóbrega o de Silvia Chinesta, presentados a las I y V Jornadas de estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote respectivamente, que abordan aquellos documentos.
Tan solo diremos que el nuestro no es el único caso en que la hagiografía mariana dio al traste con la toponimia tradicional de algunos pueblos, ya que se hizo por ejemplo en Lanzarote con el cambio de Puerto de La Tiñosa por el de Puerto del Carmen, al sureste de aquella isla.
No necesito decir nada más: estoy convencido de que el cambio de nombre que nos ocupa fue un dislate y un desacierto monumental que ahora no sabemos muy bien cómo resolver pues hay razones para mantener el actual con apariencia de seguir la tradición judeocristiana (pero rozando jactancias pueblerinas), como para devolverle el antiguo y primigenio con el que, como decíamos, se conocía desde el siglo XV el puerto natural de la localidad. Bisoñas las primeras frente a la solera de las segundas.
Pero hay puntos claves que pudieran disipar las dudas sobre devolución del viejo nombre o mantener el que desde 1956 cuelga en el nomenclátor de pueblos y municipios. Porque la promoción del entierro de Puerto de Cabras y el ensalzamiento de Puerto del Rosario se dio en un periodo ya mencionado del Franquismo, algo que debiera aclarar la Ley de Memoria Histórica (máxime cuando, casi diez años después, se remató aquella resolución nombrando alcaldesa mayor perpetua a la patrona la Virgen del Rosario); y porque la antigüedad de un topónimo como el que desapareció en la década de 1950 es incontestable: se usó desde al menos 1426 en los portulanos que lo reflejaron porque era un lugar conocido y frecuentado por la navegación desde entonces, durante algo más de 500 años.
Dos argumentos pues, contundentes para explicar y aclarar que la devolución del viejo nombre es posible y de respeto hacia nuestra historia. Unas tesis que ya se venía aireando desde 1977 por el investigador Vicente Martínez Encinas, en cuyo año planteó el tema como "la recuperación de la capitalidad" en los distintos periódicos de las Canarias.
A partir de entonces la prensa comenzó a referirse a nuestra ciudad como "Puerto de Cabras"; cronistas y corresponsales como Tero Brito firmaban sus crónicas con el antiguo topónimo, algo que emularon periodistas de otras islas al referirse por ejemplo, a inversiones y noticias que se producían o acontecían en Puerto de Cabras... Se desató una velada reivindicación que saltó desde la transición democrática a los acuerdos corporativos locales de la década de 1980.
Otra de las plumas que se sumaron a la postura en favor del antiguo topónimo fue la del polígrafo Francisco Navarro Artíles con sus "Notas históricas sobre Puerto de Cabras". Y la corriente de rescate del viejo rótulo siguió en la década de 1980, en la que firmamos alguno de nuestros trabajos sobre la historia local.
En octubre de 1983 Agustín Millares Cantero fue rotundo en su pregón a las fiestas patronales de la capital majorera, en el que apostó decididamente por volver a Puerto de Cabras.
En el ambiente periodístico de entonces siguió haciéndose hueco el viejo topónimo: la crónica de la inauguración de la Casa de la Cultura de Puerto, por ejemplo, la firmó el corresponsal en Puerto de Cabras.
Las primeras Jornadas de Historia de Fuerteventura y Lanzarote, homenaje a Francisco Navarro Artíles, se cerraron en septiembre de 1984, firmándose las conclusiones de las mismas con la data tópica de Puerto de Cabras. Entre las mismas ponencias defendidas en aquel congreso escuchamos la que presentó Juan Manuel Perdomo Nóbrega bajo el título "Puerto de Cabras. La recuperación de una capitalidad", donde basándose en una encuesta que hizo un año antes, concluía que el cambio era posible. Y el tema del cambio de nombre volvió a plantearse en la edición V (1991) de aquellas Jornadas de Estudios, en las que Silvia Chinesta nos acercó al expediente, aportando como novedad el informe de la Real Academia de la Historia.
El ambiente se mantuvo caldeado en la prensa con los escritos de quienes se pronunciaron por devolver a la capital de Fuerteventura el primigenio nombre. Y el primer libro multidisciplinar sobre la ciudad, editado conjuntamente por Cabildo y Ayuntamiento del Puerto en 1994, se tituló "Puerto de Cabras/Puerto del Rosario. Una ciudad joven", con el que se pretendía, una vez más, dejar en entredicho lo resuelto en 1955-56.
En 1995 se conmemoraba el bicentenario de nuestra ciudad con unos actos que pregonó Marcial Morera abordando, no por casualidad, la toponimia urbana de Puerto del Rosario, donde anotaba que el cambio de 1956 obedecía más a la "mojigatería y pueblerinismo" de los tiempos que a verdaderas razones de tipo hagiográfico.
Se dejó pasar la ocasión bicentenaria de la ciudad para lograr la devolución del topónimo que nos concita. Y asimismo pasó con motivo de la conmemoración de los 50 años del cambio de nombre en 2006 porque aunque surgió una plataforma en defensa del viejo nombre y de resolver el que se consideró un error histórico perpetrado entre 1955 y 1956, se conformaban con que, por lo menos, el núcleo histórico de nuestro pueblo llevase el rótulo de "Puerto de Cabras", una postura razonable si consideramos que el topónimo afectaría no sólo a la capital, sino al Municipio y, por ende, a las 16 localidades que lo integran y que merecerían ser escuchados.
En nuestros días vuelve la polémica. La Asociación Patrimonial El Efequén, puso en marcha otra iniciativa con el propósito de devolver a la ciudad el identitario nombre de Puerto de Cabras, fue el 11 de septiembre del que cursa.
Por mi parte considero que, como dijimos más arriba, hay dos aspectos de la cuestión que no dejan lugar a dudas:
- Los topónimos forman parte del patrimonio cultural de Canarias y si son los primigenios, como el caso que nos ocupa, doble valor; así lo recoge la vigente Ley 11/2019 de Patrimonio Cultural.
- La promoción del expediente que dio lugar al "entierro" de "Puerto de Cabras", además de demonizar al animal que marcó un importante sector de la historia económica de Fuerteventura, se desarrolló en la etapa de nacionalcatolicismo del Franquismo, y se remató casi diez años después con el nombramiento de alcaldesa mayor perpetua del municipio de Puerto del Rosario a favor de la patrona de la localidad... Igual la Ley de Memoria Histórica debiera entender del asunto.
En el otro extremo, junto a los costes que pudieran derivarse de una modificación del nomenclátor y también está el valor sentimental de creyentes que pudieran ver ultraje en descabalgar de la toponimia isleña el nombre de su devoción y de su patrona. Extremo este último que debiera estar por encima del debate pues no es eso lo que se pretende.
En esta tesitura parece plausible la solución mediante un consulta popular en la que intervengan todos los vecinos del Municipio del actual Puerto del Rosario, aún a riesgo de que la población que ha llegado en las últimas décadas con derecho a voto, pudieran alterar definitivamente el intento de reparación del dislate cometido en los años 1955-1956. Y me pregunto si es posible condicionar el derecho de participación en el eventual referéndum al tiempo de residencia en el municipio sin lesionar derechos universales.
En última instancia no se trata de dilucidar cómo nos queremos llamar, sino de decidir si se devuelve o no el nombre de Puerto de Cabras a la ciudad de Puerto del Rosario, capital del municipio ¿del mismo nombre?
Termino la redacción de este artículo en Puerto de Cabras, a 8 de octubre de 2025.-
(c) Francisco J. Cerdeña Armas.-
[Las imágenes proceden del Archivo de Prensa Digital Jable, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria]