Redistribución de jurisdicciones municipales en la forja de la capital de Fuerteventura.
A la capital de Fuerteventura, que aún seguía luchando por mantener el cobro de sus arbitrios sobre la importación y exportación por el muelle municipal, el antiguo Muelle Chico, llegando incluso a un acuerdo compensatorio con el Cabildo de Fuerteventura que lo reputaba como parte de su recurso financiero, la dictadura no le trajo más que quebraderos de cabeza.
Durante el año 1924 en la isla se comenzó a pensar en una reformulación de los distritos municipales, planteándose soluciones cercanas a las mancomunidades y a la agrupación para abaratar costes en la financiación de servicios, en el más pacífico de los casos, pasándose a las anexiones pactadas y, en el peor de los casos, a la agrupación forzosa de términos.
Por entonces Puerto de Cabras, con 931 habitantes en el padrón vigente, era el municipio de menos población en Fuerteventura, si exceptuamos Betancuria, que tenía 691 y, por lo tanto, uno de los que debía dejar de existir si nos atenemos a los planteamientos del Estatuto Municipal. Es lo que tiene planificar en la distancia, sin contemplar particularidades locales y, en nuestro caso, insulares.
Si la Ley Municipal de 1877, que siguió vigente en muchos aspectos hasta la época que tratamos, le otorgaba a nuestro municipio 8 concejales y 8 vocales para la Junta Municipal de Asociados, elegidos por los vecinos mayores de edad y contribuyentes; el Estatuto de 1924 lo situaba casi en el régimen de Concejo abierto, donde serían ediles la mitad de los electores, renovándose por mitad del censo cada tres años.
Frente a esta situación otros municipios del interior, de economía fundamentalmente agraria, como Casillas del Ángel o Tetir, con unos efectivos demográficos que se situaban entre los 1.000 y 2.000 habitantes, dispondrían de ayuntamiento con 8 concejales de elección popular y 3 concejales de representación corporativa (asociaciones registradas en la localidad), renovándose unos y otros por mitades cada tres años.
La aplicación de esta normativa dolía mucho a unos burgueses de base comercial que habían comenzado a articular el comercio insular construyendo un muelle municipal en 1894 y con la decidida apuesta por construir una red de carreteras de estructura radial con centro en Puerto de Cabras. Una sociedad que, además, había asentado en su ciudad la tropa con que el Ejército Territorial de Canarias quería guarnecer la isla; las fuerzas de la Guardia Civil , la sede del Partido Judicial, del Registro de la Propiedad , del Cabildo y de la Delegación Insular de Gobierno… eran otros de los gastos que debía asumir la municipalidad portuense, junto a, por ejemplo, el pago de maestros y otros.
Por eso se reunieron el 2 de abril de 1924 para, retando al Gobierno Civil, constituirse en ayuntamiento con los concejales que hasta ese momento componían la corporación, derivando el nombramiento de los ediles corporativos a ulterior resolución de aquella autoridad. Y siguieron las formalidades a que se refiere el Estatuto Municipal como si Puerto de Cabras tuviera más de 1.000 habitantes, disolviendo la Junta Municipal de Asociados, formando la Comisión Permanente y nombrando las comisiones específicas de costumbre, además del Pleno, que serían los órganos de funcionamiento de la institución.
Pero las cosas no pintaban tan claras y se comenzó a tejer la urdimbre que permitiera sobrevivir al municipio más pequeño y más joven de la isla en territorio, no así en población, economía y administración.
Surgió así el proyecto alentado desde la delegación insular del gobierno según el cual Fuerteventura quedaría dividida en tres grandes municipios que tendrían capitalidad en Puerto de Cabras, Antigua y Gran Tarajal. El primero, acariciado por el Puerto desde el principio, uniría los territorios de Casillas del Ángel, Tetir y La Oliva ; el segundo sería el fruto de la agregación de Betancuria a La Antigua , mientras que el tercero se formaría sumando las jurisdicciones de Tuineje y Pájara. Proyecto que, seriamente discutido en el seno de las corporaciones implicadas, no cuajó.
Pero la cazuela estaba al fuego y Puerto de Cabras no estaba dispuesto a que se le pasara el arroz, y siguió adelante con sus presiones sobre Tetir y sobre Casillas del Ángel. La suma de sus poblaciones y de sus territorios –pensaban los munícipes de Puerto- les situarían por encima de los 3.000 habitantes y en el tercer lugar en cuanto al tamaño de su término, con lo que suponía de más concejales populares y corporativos, mayor presupuesto… más peso político.
No es extraño que tras estas iniciativas presionase el “manriquismo” frente a los “Caballeros de la Orden del Sur” pues La Oliva se mantuvo y perseveró años después en un segundo intento frustrado de fusión a Puerto de Cabras.
Para alivio de los promotores de esta iniciativa, en 1925 llegaron los primeros resultados de su empeño: en junio claudicó el ayuntamiento de Tetir que optó por disolverse y agregar su término al de Puerto de Cabras, extinguiendo así su municipio.
A regañadientes y con claras condiciones, Casillas del Ángel hizo lo propio en septiembre de 1926.
Puerto de Cabras, ahora sí, estaba en disposición de seguir la batalla por la defensa de la capitalidad económica y administrativa de Fuerteventura y con su nuevo peso en la esfera insular pudo sobrellevar la paulatina pérdida de ingresos que le supuso la cesión del cobro de arbitrios sobre importación y exportación en beneficio del Cabildo Insular… Había logrado sobrevivir a la situación de desventaja político administrativa planteada por el Estatuto Municipal: ya podía sentarse en el “foro del debate insular” con un poco más de autoridad.
Aún habría de negociar con la nueva institución insular para que la pérdida de los derechos de importación y exportación no quebrase el presupuesto municipal.
[(c) Francisco J. Cerdeña Armas, basado en nuestros trabajos presentados a las Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote]