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Un panteón bien vale una misa

El antiguo cementerio de Puerto de Cabras


Tal fue una de las condiciones impuestas por el Ayuntamiento de Puerto de Cabras cuando a principios del pasado siglo autorizaba al portuense don Agustín Pérez Rodríguez (1849)  la construcción del panteón familiar y la cripta que actualmente preside el antiguo cementerio público de la actual ciudad de Puerto del Rosario.
Don Agustín, fue uno de los grandes contribuyentes, consignatario marítimo y activo comerciante que ocupó cargos concejiles, incluido en de alcalde de la localidad en 1873, y el de primer Delegado de Gobierno de España tras la recreación del partido judicial de Fuerteventura en la capital de la isla (como tal presidió algunos de los primeros plenos del Cabildo Insular, tras su puesta en funcionamiento en marzo de 1913).
Desde 1919 y cada primero de noviembre allí, en la capilla de los Pérez se dice la misa de difuntos, normalmente previa a la celebrada en el nuevo cementerio de Zurita.




El antiguo cementerio del Puerto, que la señalética viaria identifica como monumento desde que se iniciaran los trámites en 1988, sufrió tres importantes ampliaciones que marcaron en piedra las características sociales de una época:
Primero, en la década de 1840 el inglés Diego Miller aportó el suelo donde el ayuntamiento intentaba la construcción al otro lado del Barranquillo de La Miel y sobre él se edificaron las paredes bajo la supervisión del maestro Domingo Rodríguez. Las obras se remataron con el frontón triangular de la fachada que hoy vemos y donde una cartela de madera recoge la fecha: 1871.
Después vino la primera ampliación, para la que aportó el suelo la hija del inglés, Emilia Miller, consistente en dos fajas de terreno a cada lado de las paredes levantadas en 1871. Sobre aquel solar intentaba el Ayuntamiento que entonces presidía Ramón Fernández Castañeyra, la construcción de un camposanto para los que muriesen “fuera del gremio de la iglesia católica…” y una sala para autopsias y otros servicios funerarios, como así se hizo en la parte poniente, donde a espaldas de la sala mortuoria están las cuatro paredes con las que se pretendió deslindar el cementerio de los no católicos.
No sé si en las nuevas dependencias se llegó a enterrar a alguien, pero hay un episodio de aquella sala en que a cierto individuo que dieron por muerto repentino, tuvieron la ocurrencia de dejarlo sobre la mesa de operaciones para practicarle la intervención post mortem al día siguiente; y el pobre hombre despertó en la madrugada para, abriéndose paso como pudo, salir del camposanto para plantarse ante la puerta de su domicilio en la calle Baños, ¡ imagínense el susto de los deudos del que suponían muerto!.

Ramón Fernández Castañeyra (1843-1916) fue alcalde de  Puerto de Cabras  de 1875 a 1895 y de 1898 a 1902.

Lo que pasó con el solar de la banda naciente del primigenio camposanto fue algo que sólo pudo darse en aquella época. El ayuntamiento cedió a perpetuidad el terreno donado al municipio por la heredera de Miller en beneficio de Ramón Fernández Castañeyra quien construyó allí su cementerio privado, terminado en 1890.
Por último, una nueva ampliación se acometió en las primeras décadas del XX. Las obras se hicieron a espaldas de la necrópolis pública de finales del diecinueve. Y en esta parte fue donde don Agustín Pérez Rodríguez construyó su capilla y panteón familiar con la autorización que la municipalidad le otorgó condicionada a la misa anual de difuntos, sin muros particulares, pero presidiendo el conjunto funerario público. Algo muy distinto al impulsado por Ramón Fernández.
Después vinieron los nichos, las modernidades y el traslado de la década de 1970 hacia Zurita; pero aquel, el viejo cementerio, fue el recinto histórico que profanado recientemente, es digno de respeto independientemente de las cacicadas que otrora se pudiesen haber cometido allí.

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