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Puerto de Cabras y su muelle municipal: esfuerzos titánicos por mantener el dique

 Los primeros contratiempos del muelle municipal


Apenas habían pasado dos años de la inauguración cuando los temporales llegaron. Otoño invierno de 1896-97 y sobre todo 1897-98, fueron especialmente duros con el frente marítimo de la joven ciudad de Puerto de Cabras. Los vientos soplaron especialmente desde el cuadrante sudeste y las olas barrieron con contundencia el litoral, arrasando el ribereño camino del Barranco de Los Pozos, a su paso por la Hoya del Inglés; la playa del Lastre, el veril y Los Mastrantos recibieron el impacto con un sonido ensordecedor que atronaba al chocar las aguas contra las cuevas.

En la playa del muellito se perdieron algunas embarcaciones que no pudieron ser arrastradas calles arriba; sobre la explanada voltearon los barquillos del servicio interior del puerto y se perdieron muchos de los sillares que delimitaban las aristas del malecón y su segunda escalinata; al perderse los bloques de piedra, el mar se abrió camino por los resquicios de la estructura de cales hidráulicas y el ripio comenzó a abrir oquedades, saliendo como las tripas de una bestia herida… la farola de la punta se perdió sobre uno de los trozos que desmoronaron las aguas.

El año 1898 fue un clamor para los burgueses que habían hecho lo imposible por levantar aquella infraestructura; Juan Martín Morales/ “Viuda de Martín e Hijos” perdió el pescante que se le había adjudicado para el servicio del muelle, y Agustín Pérez Rodríguez/ “Agustín Pérez e hijos” perdió algunos de los barquillos de servicio interior del puerto, aquellos que voltearon sobre el adoquinado a la vista de todos.


La foto aportada por don Antonio Nieves Santana (+) ilustra cómo eran los temporales del sueste en Puerto de Cabras.

Entre los diseñadores de la idea del muelle comenzó a rodar la posibilidad de  cederlo al Estado para su mantenimiento y conservación, invocando que no se debía perder la fiscalidad a beneficio del Ayuntamiento, pero sobre todo de los acreedores que aportaron la mitad del presupuesto de la obra. Mantener la gestión y cobro de la tasa de importación y exportación por aquella infraestructura era una prioridad si no querían desequilibrar el presupuesto municipal y el suyo propio. Y la mantuvieron pese a los destrozos.

Se mantuvo la figura del recaudador del muelle, se cobraban las operaciones realizadas por él con arreglo a la baremación de su tarifa. Y, como en cualquier guerra, había que reconstruir; pero aquí no había sobre quién repercutir los gastos (la naturaleza era así de imprevisible) y, una vez más, tuvieron que afrontarlos los burgueses del Puerto. Y lo hicieron con una novedad: había que producir cales y morteros para argamasar la reparación del muellito; orientaron las inversiones en esta línea. Recolección de piedra de cal, construcción de hornos, calcinación y transporte hasta la Explanada fueron algunas de las actividades con las que se llamó a la “peonada”.

La hiperactividad en el Puerto de Cabras coincidió con la efervescencia que rodeaba las ampliaciones en los principales puertos y ciudades de las otras islas que demandaban calizas. Así se perfiló una nueva fase de nuestra historia económica: aquellos que activaron sus negocios con la reparación de nuestro puerto reorientaron su actividad también hacia la exportación.

Agustín Medina Rodríguez en su faceta como recaudador de la tarifa del muelle (léase jurisdicción marítima de Puerto de Cabras) nos legó apuntes que dan idea de aquella actividad exportadora de piedras y de calizas que, si bien en estos momentos descendió por nuestro puerto, ello no quiere decir que las exportaciones desde los otros puertos y embarcaderos de Fuerteventura no se mantuviera: muy al contrario, se incrementó a juzgar por las noticias marítimas en la prensa de la época, algo directamente relacionado con las obras en los muelles y ciudades de Canarias, como ya quedó dicho.

La curva de ascenso en las exportaciones se hace visible en Puerto de Cabras con el urbanismo, con las carreteras y, sobre todo, con la reconstrucción de su muelle. En el tránsito del siglo XIX al XX ya vemos por aquí empresarios de otras islas que, además de la actividad comercial, comienzan a producir y exportar cales. Es el caso de Toro Hermanos, de Las Palmas de Gran Canaria, pero también de empresarios de nuestra ciudad, como Agustín Pérez, Secundino Alonso, Vicente Felipe, Pedro Henríquez, Luis Perdomo Ávila, Domingo Ángel Adrián o la firma Viuda de Martín Morales, entre otros. Todos ellos incrementarán su producción de cal y exportación de piedras calizas a partir de 1910, cuando ya el muelle se había cedido al Estado para su conservación y mantenimiento.

Entre 1894 y 1910 aproximadamente, el espigón de nuestro puerto ya había sido abatido por la olas en dos ocasiones especialmente duras, 1898 y 1902-1903. En la primera ya vimos al principio cómo el mar entró por la calles barriendo empedrados y adoquines, además del camino costero hacia Los Pozos. De la segunda poca información trascendió a los medios, pero cabe suponer que su restauración fue inmediata a juzgar por las descripciones que nos dejaron las visitas ministeriales y reales de 1904, 1905 y 1906. No tardarían los temporales del sudeste en volver a azotar el muellito municipal hasta dejarlo casi a la mitad de su extensión.

En aquellos dieciséis años vimos que siguieron frecuentando nuestro puerto los veleros con sus distintos aparejos incluidas las adaptaciones a motor, los vaporcitos como Ajax y Vélox, los correíllos de línea interinsular Viera y Clavijo y León y Castillo y el correo Península Canarias y África, además de los buques de la Armada que se acercaron con ilustres visitantes o en maniobras por las islas y que se cruzaban con cruceros rusos (Guerra ruso-japonesa) y buques de travesía británicos en rumbo a Sudáfrica. 

Veleros como El Gaspar, Libertad, Telémaco, Beatriz, Pájaro, Esperanza, Joven Luisa, Providencia, Angustias, Cometa, Rosa o Mariposa hicieron su estadías en Puerto de Cabras hasta cinco por mes cada uno, coincidiendo los días de correo para dar una estampa que ilustra muy bien el trasiego portuario de la localidad.

En sucesivas entradas a nuestro blog nos ocuparemos del trasiego de mercancías importadas e y exportadas por lo que pervivía del dique municipal y por las caletas y embarcaderos aledaños.


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