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Andrés García Acosta (1800-1853), Fray Andresito, se prepara para emigrar a Uruguay: 1833

 Fray Andresito en Fuerteventura, 1800-1833

De cómo se financió su fletamento hacia las Indias de Su Majestad en el Río de La Plata.


Uno de los personajes más conocidos de la aldea de La Ampuyenta, perteneciente a la parroquia y municipio de Casillas del Ángel, vivió en nuestra isla desde su nacimiento en 1800 hasta su emigración al Uruguay en 1833; él nos va a ocupar unas páginas de nuestro blog como lo hizo en una línea del rol del bergantín “Gloria”.

En las biografías y apuntes que se han escrito sobre Andrés Antonio María Dolores García Acosta (1800-1853), “Fray Andresito” o “Frailito Andrés”, como se le conoce respectivamente en su tierra majorera y en Sudamérica (Chile), no habíamos encontrado el modo en que viajó desde Fuerteventura a Uruguay. Hasta 2002, en que escribimos nuestro libro sobre la expedición de colonos de Francisco Morales hacia el Río de la Plata en 1833*.

Entre las muchas escrituras notariales que transcribimos para formar el rol de aquella expedición nos tropezamos con algunas ventas que hizo Andrés García en Puerto de Cabras pocos días antes de zarpar el bergantín en que viajaría hacia las “Indias de Su Majestad”.

Porque había tradición migratoria en la aldea de nacimiento de Andresito, como en toda Fuerteventura; él la conocía por el clérigo don José Medina Guillama, que lo bautizó al despuntar el siglo XIX por mediación del teniente de Beneficiado José Ramón Velázquez, y quien en la década de 1810 había ayudado a marchar hacia América a varios convecinos empobrecidos, negociando sus pasajes con el armador grancanario José Antonio Sierra. Nuestro Andrés ya tenía familia en Buenos Aries y otros puntos del Río de la Plata y sabía, además, por sus parientes en Lanzarote, que se mantenían las expediciones que masivamente fueron saliendo del Puerto del Arrecife a cargo de diferentes comerciantes y navieros, tal y como se había hecho desde el siglo anterior con la espantada de los volcanes de Timanfaya, el miedo y la miseria consecuente de muchos.

Cuando en 1824 la tierra volvió a vomitar fuego en la isla conejera, la espita migratoria propició expectativas de negocio nuevas que se prolongaron durante las dos décadas siguientes. La gente vendía lo poco que tenía para pagar el flete y manutención en alguno de aquellos viajes.

Andrés García tenía veinticuatro años en aquellos tiempos de cambios y sobresaltos. Supo que la solución estaba en vender a los parientes que aquí quedaban los pocos derechos que tenía y prepararse para el duro viaje. Nueve años después se desplazaba a la Villa de Teguise y de San Miguel Arcángel, capital de Lanzarote para escriturar lo que por su tío Matías García Carrión le correspondía en aquella isla. Salió desde Ampuyenta y, atravesando la isla por el camino de Tefía, llegó a Corralejo, donde, en barquillo, cruzó la Bocaina para buscar los cuartos con que pagar su fletamento.

Desde mediados de 1832 supo que los Morales preparaban una expedición de colonos que zarparía desde Puerto de Cabras; eso fue lo que lo llevó a Lanzarote. Y allí, en febrero del año siguiente vendió la herencia de su tío Matías a su otro tío, Manuel García Carrión, en aquella isla, obteniendo con ello 32 pesos corrientes; aún le faltaba para cubrir el precio medio del flete que rondaba los 100 pesos de a veinte reales. Por aquel negocio supimos que entre sus parientes se encontraba el clérigo don Francisco Acosta y Espinosa, cura de la parroquia de Arrecife, hermano de María Acosta, viuda de Domingo García, y moradora de las casas que aquel sacerdote había fabricado y le había cedido en San Bartolomé. Esa fue la venta que vino a formalizar nuestro Fray Andrés: los derechos que le correspondían en aquella heredad conejera.

De nuevo en Fuerteventura acudió a Puerto de Cabras para efectuar el resto de las ventas con las que pretendía pagar el flete; de la venta a su prima Viviana sacó 50 pesos corrientes. Aún le faltaba para el precio del billete, por eso echó manos de otra venta que hizo Francisco Pérez (Cardona), vecino de su misma aldea, con la que obtuvo unos 67 pesos y real de plata. Pero sus negocios no aparecen tratados directamente con el capitán del bergantín hasta el día del embarque; al menos intentó que las tierras quedasen en la familia (Su prima Viviana, su hermano Eugenio, su cuñado Francisco, su tío en Lanzarote…), por lo que suponemos llegó a algún trato con aquel para redondear su manutención a bordo.

Cabe preguntarse si Andrés García viajó solo y si pudo avalar a algún otro convecino pues la tasación de las compraventas con el capitán del bergantín Gloria se solían hacer a la baja por aquello de eludir el pago de derechos reales y porque la mayor parte de los viajeros carecían de licencia para emigrar como colonos a zonas que recién se habían independizado de la corona española.

Los detalles de la expedición ya los hemos expresado en nuestro libro de referencia: estábamos ante una expedición clandestina que, como tantas otras, recaló en Río de Janeiro pero con destino final en Montevideo, Uruguay. Allí transcurrieron los primeros momentos del beato Andrés en América, antes de pasar a Chile.

Quede este apunte como testimonio de las vicisitudes de Fray Andresito para pagarse el pasaje al Río de la Plata y el desconocido detalle de su parentela en Lanzarote, donde supimos de sus otros tíos y de algún ascendiente que había ejercido de cura en la parroquia de Arrecife: el clérigo Francisco Acosta y Espinosa. Pensamos que, por esta parte, nuestro Fray Andresito llevaba ya la impronta que le hizo abrazar la religión en su destino.


Esta es una de las ventas hasta ahora desconocidas que hubo de realizar Andrés Antonio María de Los Dolores García Acosta en La Villa de Teguise el 19 de febrero de 1833, relacionadas con la propiedad de sus tíos en San Bartolomé. Dice así:



“Sépase cómo Andrés García, vecino del pago de Las Ampuyentas (sic) en la isla de Fuerteventura y residente en ésta, que otorga que vende desde ahora y para siempre jamás a don Manuel García Carrión, vecino de esta Villa Capital, para él y los suyos y quien su derecho hubiere, la acción y derecho que le corresponda en los bienes de don Matías García Carrión, su tío, situados en esta isla; y asimismo igual acción y derecho que le pueda tocar y corresponder en esta dicha isla por cualquiera respecto o representación, así en tierras labradías como montuosas, aguadas y demás sin ninguna reservación; y le vende dichas acciones y derechos, con sus entradas y salidas, usos, costumbres, derechos y servidumbres, en cantidad de treinta y dos pesos corrientes en que se han convenido de mutua conformidad; cuya cantidad confiesa haber recibido del comprador en moneda metálica; y aunque su entrega ha sido cierta y efectiva, por no parecer de presente renuncia la ley, excepciones y más sufragios legales de esta razón, y como pago y satisfecho formaliza a su favor el más eficaz resguardo que a su seguridad conduzca; declara que la prenotada cantidad es el justo valor de lo contenido en esta escritura, y si alguno otro adquiriere mayor en lo sucesivo del que sea, hace gracia y donación con insinuación y demás firmezas legales, y renuncia la ley del ordenamiento real y más del caso. Por tanto, desde hoy para siempre jamás se separa y despoja del dominio, uso y posesión que a lo que lleva vendido había y tenía; y con sus derechos y acciones lo cede y traspasa en el comprador y los suyos para que, de su autoridad o de la Justicia, tomen y aprehendan la posesión que por derecho les compete; y como real vendedor se obliga a la evicción, seguridad y saneamiento de esta venta con sus bienes muebles y raíces presentes y futuros con sumisión y renunciación de leyes de su favor. En este estado yo el escribano advertí al vendedor y al comprador que se halló presencial, que de este instrumento público se ha de tomar razón dentro de veinte días en el Oficio de Hipotecas de este partido, sin cuyo requisito a que ha de preceder el pago del derecho señalado en el Real Decreto de treinta y uno de diciembre de mil ochocientos veinte y nueve, cuyo derecho es el medio por ciento de la cantidad en que consiste esta venta, no tendrá valor ni efecto, de lo que han sido enterados circunstanciadamente de que doy fe. En cuyo testimonio otorga la presente en esta Villa de Lanzarote a diez y nueve de febrero de mil ochocientos treinta y tres años.- Firmé, de que son testigos José Fierro, Cándido Batista y Pedro Vidal, de esta vecindad;  expresando los dos primeros bajo juramento que hicieron en solemne forma de que doy fe conocer al otorgante, y que no es otro por él, de todo lo cual y conocimiento de dichos testigos, yo el escribano también doy fe.- Andrés García [rúbrica].- Ante mí el Escribano público y de guerra [rúbrica]”.


El otro documento del que proviene la herencia que fue a vender Andrés García Acosta en Lanzarote, tres meses antes de emigrar, es el suscrito en 1827 por el presbítero don Francisco Acosta Espinosa y que, en extracto, dice lo siguiente:



“En este puerto del Arrecife... ante mí el escribano de Su Majestad y testigos que se designarán, pareció el presbítero don Francisco Acosta Espinosa, venerable cura de la parroquia de este referido Puerto (Arrecife), a quien doy fe conozco y dijo: Que de su libre y espontánea voluntad y por el mucho amor que le profesa a doña María de Acosta, viuda de Domingo García, su hermana, que lo es del lugar de San Bartolomé, y sin otro motivo ni respecto, le hace gracia y donación pura perfecta e irrevocable inter vivos de un sitio, sala, dos cuartos, cocina, aljibe y demás accesorios que fabricó en solar que le cedió el coronel don Francisco Guerra y está situado en el expresado lugar de San Bartolomé y es el de la habitación de su indicada su hermana…”



© Francisco Javier Cerdeña Armas, 2025.-


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