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El traje popular de la campesina majorera, 1956

Cedo la palabra a quien bajo las iniciales P.M. describió así el atuendo de la mujer campesina de Fuerteventura, en el diario Falange, de 29 de junio de 1956, cuestionando así la estética implantada por Néstor Martín Fernández la Torre veinte y pico años antes:


"...El traje rigurosamente folclórico de toda localidad está a tono siempre con el medio físico de la misma, con su economía y con las costumbres y psicología de sus habitantes. Por eso las mujeres de la isla de Fuerteventura, tierra de austeridad esencialmente franciscana, no pudieron nunca poseer ricas galas femeninas. Su indumentaria campesina respondió en todo momento a la simpleza de su vida agrícola y pastoril, aislada y monótona, desarrollada entre dilatadas y soleadas llanuras parduscas y rojizas y  entre modestos valles donde fructificaban, como sucede hoy, los productos más indispensables para sus necesidades, o dentro del hogar, junto al telar, donde tejen sus lienzos que siempre han tenido y siguen teniendo justa fama. Entre ese modesto trajinar y en un aislamiento acusado se desenvuelve la mujer campesina de Fuerteventura, singularmente atenta a la vida del campo, con sus duras faenas castigadas por el sol y por la brisa predominante, o cuando no por la desventura de años agrícolas malos. Por eso, su indumentaria tenía que responder plenamente a estos factores determinantes de su vivir, unidos al peculiar y ennoblecedor recato de la mujer majorera, timbre de honor de los moradores de Fuerteventura: recato heredado de la mujer castellana; así tenía que ser cuando entre Castilla y Fuerteventura se aprecian similares panoramas y costumbres.
Esa misma austeridad de sus tierras, esa limitación de medios económicos y esas hogareñas costumbres tenían que manifestarse forzosamente en los trajes campesinos y aún en los de la mujer bien acomodada pero, de manera especial en los colores de su indumentaria y en sus adornos. El traje tenía que ser esencialmente práctico y utilitario; por lo tanto, sencillo y sin encajes ni calados, que ya revelan otra vida superior y otras relaciones sociales.

El traje popular de la mujer campesina. Foto Herrera, 1956.

Los colores predilectos y predominantes en los trajes de la mujer de la isla de Fuerteventura fueron siempre canelo y azul añil, colores sufridos y de fácil obtención en el hogar, en cuya práctica empleaban medios arcaicos y rudimentarios, como aún recuerdan las más viejas mujeres de la isla, y ellas mismas hicie4ron o vieron hacer a sus madres y abuelas. Colores estos que responden al color del azul de su mar y el calor canelo claro y oscuro de sus tierras de labradío y de sus montañas.
El traje femenino tradicional de la campesina de Fuerteventura era de lienzo: de color azul para las más jóvenes y de canelo para las de más edad. El color azul lo obtenían con añil en piedra, “orines de persona de más de tres días de viejo” y piedra lumbre, todo puesto en maceración durante varios días pero sólo en agua; las viudas y cuantas sufrían luto teñían sus telas de negro valiéndose de palo morado, cáscaras de granadas y caparroz, todo esto en maceración durante unos días.
Elementos esenciales de esta indumentaria típica tradicional son: falda, saco o blusa, enagua de balleta o franela encarnada y delantal, que se completaban según fuera joven o vieja, con pañuelo a la cabeza, sombrero de fieltro y sobretodo.

Incorporado a los actos oficiales, el traje popular de la campesina majorera, 1956. Foto Herrera.
La falda era amplia y plegada a la cintura, de cuatro metros de amplitud; el saco o blusa tenía una costura a la espalda y otra a cada costado, por lo que le llamaban “saco de tres costuras”, abrochado por delante con botonadura de nácar; este saco o blusa lleva cuello un poco alto y ajustado, al estilo ruso, mangas largas y sin puño; en la espalda y en el interior de la blusa, en la parte de la cintura, lleva una cinta cocida que reduce la tela, cinta que atan adelante con el fin de que cuando no usan delantal no se levante el saco o blusa con el viento, pues va sobre la falda, al exterior. El cuello es una tira recta. La manga es también recta y sobre lo estrecho y sin puño. El pañuelo que tocaba la cabeza era siempre de colores vivos, pero preferentemente amarillo naranja, sobre el que colocaban un sombrero de fieltro, color negro, de alas rectas y un poco enroscadas; en el lado izquierdo del mismo, entre la copa y el ala lucía un madroño o marimoña de cintas de colores. Las mujeres mayores lucían paluelos canelos o negros en la cabeza y sobre la espalda un sobretodo o mantón de lana o de algodón doblado en punta (una de ellas más pequeña que la otra); estos sobretodos o mantones eran unas veces negros o de colores a cuadros. Los zapatos que usaban eran de suela cruda y de cordobán y sin medias.
La ropa interior de las señoritas era como las de las señoras, pero sin bordados de trencillas. Las enaguas que llevaban las señoras a manera de refajos, eran de lana vasta, bayeta o franela encarnada.
En las salidas a reuniones íntimas y saraos llevaban las personas mayores un delantal en color del vestido, o a cuadros azules y blancos, para esto teñían el lino de azul antes de tejerlo, delantal que era muy amplio, más o menos como los de las monjas; las jóvenes lucían delantal de lino blanco, un poco menos amplio con un volante en la orilla de abajo y con tres bandas de vainilla amanojadas horizontales.
Durante las faenas del campo se ponían un sombrero de palma, hechura especial del país, con ala un poco amplia e inclinada hacia abajo, de unos 45 centímetros de diámetro, en tanto que la copa variaba de diámetro según tuvieran moño grande o pequeño, para encajarlo dentro de la copa, que en su base era más amplia y más estrecho arriba. El alto de la copa del sombrero era de 10 a 15 centímetros. Este sombrero llevaba una cinta de 5 a 6 centímetros de ancho rodeando la copa, con la que formaban un lazo en el lado izquierdo.
En estas faenas agrícolas usaban asimismo un delantal de tela basta y unos “maniquetes” o cubremanos. Si tenían que caminar largo espacio, para “librarse de la acción del sol e impedir se destiñeran los trajes, se recogían a veces el traje a la cintura y otras a la cabeza sobre el sombrero.
La mantillita la solían llevar doblada sobre el brazo. Cuando se la ponían llegábales a la cintura. El pañueloncito tenía al centro un ramo de flores bordadas.
Recogiendo, pues, estas descripciones del traje tradicional y popular de la campesina de la isla de Fuerteventura, que nos ha facilitado la jefe local de Puerto del Rosario, después de ímproba y meritoria búsqueda, se ha “reconstruido” por la Sección Femenina, dándole nueva vida para su mejor perpetuación, como ya lo tiene Gran Canaria y Lanzarote; traje representativo y tradicional del que con la colaboración valiosa y patriótica del Excmo. Cabildo Insular de Fuerteventura y Ayuntamiento de Puerto del Rosario, se han confeccionado varios ejemplares, que son los que últimamente se estrenaron en la prueba regional de “Coros y Danzas”, a la que llegó el conjunto femenino de la isla de Fuerteventura, por propios e indiscutibles méritos.
Sinceramente plausible es el esfuerzo realizado por la Delegada Insular de la Sección Femenina de la isla de Fuerteventura, señorita Jordán Berriel, que visitando las localidades de su isla y poniéndose en contacto con las personas más ancianas de las mismas y aún viendo restos de estos antiguos trajes populares ha podido reconstruir fidedignamente el traje tradicional popular de la isla de Fuerteventura, que armoniza no sólo con su pasado sino con el medio físico, con su economía y con las costumbres y psicología de sus habitantes y aún más con la austeridad franciscana de sus tierras y con la simpleza de su vida agrícola y pastoril, como bien ha descrito el señor Patrono Regional del Museo del Pueblo Español. Esfuerzo que en todo momento ha estado estimulado por la Delegada Provincial de la Sección Femenina y por la Regidora Provincial de Cultura..."

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